lunes, 5 de enero de 2009

LAS CARTAS

Jaime Conde-Salazar Pérez

El tiempo de las cartas
Hemos construido la idea de tiempo como una estructura lineal positiva que ordena todas las vivencias. Una cosa detrás de otra. Pasado, presente, futuro. Las cartas resisten a ese modelo de tiempo. En ellas no hay un “antes” o un “después” posible. Por eso, no hablan del futuro: el futuro no existe, igual que no existe el pasado. Sólo existe el deseo, el flujo constante de deseo. Todo ocurre en continuos círculos, en reverberaciones que se superponen, en vibraciones que nos suspenden a ratos. Las unidades de tiempo de las cartas son: quedarse sin aliento; alucinar; paralizarse ante la presencia del amado; repetir compulsivamente un gesto; buscar y no encontrar; y ver la televisión hasta altas horas de la madrugada. Lo que se lee en las cartas es el deseo. No hay futuro. Solo tenemos deseo. Cada carta es un espejito. Cada carta nos abre una ventana a la posibilidad del reconocimiento. Cada carta despliega un tiempo que se parece al de la caída del caballo de San Pablo. Entender y caerse de culo.

El espacio de las cartas
La lectura de las cartas resiste lo público. Resiste la exposición y la exhibición. Las cartas revelan y delatan. Por eso, la arquitectura que genera una echada de cartas es una arquitectura íntima. Una habitación de un motel de carretera de una película americana. Encuentro privado en una habitación de un motel de carretera de una película americana. Sólo el deseo, el amor accidental, la huída, el encuentro revelador justifican estar dentro de esa estructura. Los demás no cuentan. Los demás no existen. Tampoco cuenta el frío y la oscuridad del teatro. “Solos tú y yo y las cartas” dice el echador en secreto a todos los que entran. “Sólo existo en la espera” reza una y otra vez escondido tras las cortinas negras. Lleva tatuado en el cogote “hágase en mí según tu voluntad”. Siempre dispuesto a recibir la invitación. “Solos tú y yo y las cartas” espera que le espere cualquier espectador clavándole los ojos, con la entrada en la mano y el abrigo todavía puesto. El echador siempre está deseando huir, siempre buscando una excusa para desaparecer. Pero lo que quiere en realidad es disolverse… en el que viene a preguntar. No quiere irse. Quiere hacerse invisible a los demás mezclándose con el que se sienta enfrente a preguntar. Entonces, los demás se aburrirán porque se habrán quedado fuera de la habitación del motel de carretera de la película americana. Para entrar en el espacio de las cartas hay que cruzar el umbral, hay que ser Santo Tomás, hay que atravesar la piel y, con los dedos dentro de la llaga, hay que hacer la pregunta. La casa de las cartas es una casa sólo para los valientes. Sólo para los que se atreven a dejar que sus cuerpos se disuelvan en la lectura. La lectura de las imágenes y de las señales y marcas sobre la piel.

Augurio

XV LE DIABLE
Situación tóxica de partida. Por la mañana del día en el que iba a ocurrir el primer evento, hacemos una consulta. Aparece la Tóxica. Sobre la superficie azul de su cuerpo se despliegan ojos, bocas y sexos repetidos. Todas juntas crean un orden monstruoso. Un orden artificial que alcanza una belleza insólita. Pero belleza. Como sucede en la tradición clásica, tal y como narra Plinio, el cuerpo se construye: se trata de poner juntas las partes más bellas. Y que luego no se vean las cicatrices. La Tóxica muestra toda su belleza. Full frontal. Un todo hecho de partes repetidas. Un cuerpo de delirio. Un cuerpo que no esconde ninguno de sus accidentes, hecho por completo de alucinación. Esa es la puerta.
Las garras hacen equilibrio sobre la esfera dorada. El peso es mínimo. Se sostiene en un equilibrio falso que parece más el resultado de un “corta y pega” que un auténtico control del peso sobre la superficie brillante. La Tóxica no se apoya. Sólo posa las zarpas ligeramente para mostrar su control sobre el infinito. El infinito esférico se apoya sobre una base roja y un anillo. Amarradas al anillo, están ellas dos. Maniatadas y desnudas, asisten a la aparición de La Tóxica. Tierra negra, mar de fondo. No hay nada que hacer. No hay resistencia que poner. El delirio inacabable va a tener lugar. Sólo cabe esperar y asistir al evento. En esta situación, sólo se puede ser animal, bicho con orejas puntiagudas, cuernos, rabo y corona carmesí.

Evento pornofarmacológico. Beatriz Preciado se manifiesta. La aparición de los cuerpos trans tiene lugar bajo tierra. Los órganos actúan bajo la piel. Las drogas vertidas en el flujo sanguíneo, construyen el alma. Abandonarse. Abandonarse y dejar que lleguen las imágenes. ¡Qué hablen las imágenes! No hay resistencia que poner. Cada uno se encontrará con su propia mirada. Leeremos las miradas. Pondremos el dedo en la llaga (sin pedir permiso) y exploraremos las geografías internas. Reconocer al tacto los accidentes del deseo: los picos, las simas, los estratos… Bajo la piel se encuentran los monstruos. Bajo la piel se produce el encuentro íntimo. Vamos ciegos. Ciegos de drogas. Ciegos de amor. La Tóxica está hecha de tu mirada. Ella sólo responde a tu deseo. Tu deseo diseña su cuerpo. Y ella indolente, devuelve la mirada: “Mira lo que has hecho de mí. Ahora no te asustes. Estoy preparada para recibirte”.
Las cartas
P: ¿Quién soy?
R: XVII LETOILLE
Por fuera de la piel. La mujer más bella se entrega a su labor. Desnuda y concentrada, parece ignorar su resplandor. Ella está a otra cosa. Arrodillada, se inclina suavemente para dejar claro cuál es su reino. Está en la tierra, es de la tierra. Encarnación exultante. En la mitad de arriba reinan las estrellas. En la mitad de abajo, reina ella a la orilla de lo líquido. Arriba el cielo, abajo la tierra claramente separados. Lo líquido espera. Está listo para recibir los fluidos que ella va a liberar. El río recibe las aguas que ella guardaba. Y es fecundado. Deslizarse. Lo líquido lame la superficie de la tierra. Lame, arranca y arrastra. Lame acaricia y pule. La gravedad arrastra el agua y el agua hace remolinos. Pulsión. Ella es el origen: todo comienza como una intervención en el orden que ya existe. No se trata de crear nada nuevo sino de unirse y preñar lo que estaba antes.

P: ¿Cuál es la misión?
R: VII LECHARIOT
Él está. Simplemente. No hay nada que hacer más que estar. Está en su carro que ocupa toda la carta, de arriba abajo. Salió de casa con todos los adornos puestos. El traje de caballero con faldita, el cetro, los mascarones en los hombros. Y la corona azul claro de agua. El brazo izquierdo doblado y la mano apoyada sobre la cadera. Su presencia reina en la parte de arriba de la carta. Simplemente se muestra, se deja ser objeto de nuestras miradas. Va en el carro pero no se mueve. Nada pone en peligro su estabilidad. Nada puede hacerle caer porque él no tiene piernas. En su lugar se despliega un carro que está clavado en la tierra. Las ruedas y los caballos son solo guiños que anuncian el movimiento. Pero ellos no se desplazan: se desplaza la tierra. El carro hundido en la corteza se deja llevar por la rotación y la traslación. La acción es no hacer nada. Sólo estar preparado para estar. El planeta es el que hace el trabajo. No hay conflicto que resolver. Sólo hay que entregarse al paso del año. Los sucesos son las estaciones.


El carro en la derecha. La Estrella en la izquierda. En la parte de arriba reina él. En la parte de abajo reina ella. El va todo bien vestido. Ella está desnuda. Él está quieto. Ella trabaja. El agua. El planeta. El Carro es la misión de La Estrella. La Estrella es el ser que se realiza en El Carro .Podríamos imaginar que las dos imágenes señalan un proceso de culturización: Ella, la salvaje, se convierte en Él, el príncipe, cubriéndose con todas esas construcciones que Él nos muestra (los ricos vestidos, el carro, el palio, etc.). De lo puro/original a la cultura. Este trayecto habla de un proceso de adquisición y construcción: hay que construir un teatro, un espacio de representación. Las estrellas no son las del cielo, son las que están bordadas en la seda azul del palio. El mundo no es el paraíso silvestre, es esa caja de cuatro esquinas y cuatro palos que atrapan la totalidad del planeta. Hay que representar.
Pero las imágenes dan la vuelta también. El Carro podría marcar también el origen. La misión podría estar también en el origen. El Carro es un manantial. Del interior de la tierra emerge un chorro simbólico que no ahorra en espectacularidad. Él lleva una corona de agua, su tronco es de agua y su faldón se abre como el borbotón de una fuente. Por debajo, los caballos azules ponen en marcha el torrente. De la cabeza a los pies, Él es la fuente que pone en marcha el flujo al que, luego, se asoma La Estrella. Desde las profundidades, desde el centro de la gravedad, Él trae el agua para que fluya y se deslice por la superficie arrastrada por su propio peso. Esa agua necesita ser fecundada. La misión es verter sobre el flujo original dos esencias. Dos destilaciones. El evento va a ocurrir en ese discurrir, en el desplazarse por la superficie. Como el agua. Con el agua. Mezcladas en el vehículo de lo líquido. El peso es lo que establece la dirección. Dejarse arrastrar por el peso con gracia, formando remolinos, olas, saltos, salpicaduras, rumor continuo, cambiar constante.

P: ¿Qué favorece?
R: XII LE·PENDU
Dos líneas de fuerza se despliegan a los lados de la carta. De abajo hacia arriba. Son el fruto de un sacrificio, de una negación. Gracias a la renuncia a su dirección natural, es posible que se muestre la dirección principal: de arriba abajo. El cuerpo suspendido negando el orden natural. La cabeza en los pies. Hace falta un sacrificio para poder mantener la situación. Pero una vez superado el trance de colgarse, se genera una nueva normalidad. El Colgado lleva a cabo tranquilamente su tarea: ha construido un aparato que le permite permanecer contracorriente, suspendido de una cuerda atada a su pie izquierdo. Las manos ocultas tras la espalda hacen su labor. Oculta y silenciosa. Momento de espera y permanencia. Pero también de plenitud. Nada falta y nada sobra porque todo ha sido construido. Un embarazo. Estado de gravidez. De momento, lo artificial es la plenitud. Pero es solo un tiempo provisional que funcione mientras aguante la cuerda. El futuro es el golpe, el golpe contra el suelo hace renacer al mundo y da sentido al sacrificio. Preparar la llegada. Arropar la caída de El Colgado.

P: ¿Dónde está la dificultad?
R: XXI LE·MONDE
La plenitud de partida no basta. La mujer Más Bella y desnuda se queda al otro lado del umbral donde todo está bien siempre. Pero el tetramorfos espera al otro lado. Las cuatro direcciones del mundo están dispuestas a recibir a la Más Bella: abajo a la izquierda, El Toro, San Lucas; abajo a la derecha, El León, San Marcos; arriba a la derecha, El Águila, San Juan; arriba a la izquierda, El Ángel, San Mateo. Ella debe cruzar la mandorla de agua. No debe quedarse complaciente con su belleza e ignorante de su destino. Hay que cruzar. Hay que llegar y pisar el mundo. Hay que encarnarse.





Este texto escrito por Jaime Conde Salazar será publicado en el libro Bicho, eres un bicho, la próxima primavera.

Jaime Conde-Salazar Pérez, estudió Historia del Arte (U. Complutense de Madrid) y se sacó un MA in Performance Studies gracias a una beca Fulbright-MEC (New York university). Durante tres años dirigió el Aula de Danza Estrella Casero (Universidad de Alcalá). Durante dos años fue director de la Escuela Infantil Waldorf El Moral (La Laguna, Tenerife). Ahora escribe para algunas revistas y se gana la vida leyendo el Tarot en eventos privados y en la intimidad de los encuentros nocturnos. Sigue a la espera de que le llegue la revelación.


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