miércoles, 1 de julio de 2009

EXAGERACIÓN

Ellas, ingenuas y excesivas, desbordándose en cuerpo y alma al público al que se debían, eclipsadas por la muerte de Mickel Jackson y Pina Baush, decidieron poner a prueba la alcalinidad de su piel y el electromagnetismo de sus huesos. Literalmente dejarse la piel en el escenario, someterse a cada espectador o diluirse en él, en el más anónimo y súblime de los espectáculos.

Estaban chifladas.

El aceptó las condiciones, firmó el contrato (en otro capítulo) y se dispuso para el experimento.
Les pidió que se desnudaran y se tumbaran en unas planchas de topacio, mineral con fuerte carga magnética, donde deberían permanecer inmóviles durante 24 horas. Boca arriba e inmóviles. Sólo respiración. Las planchas eran duras y negras. Con una temperatura homeostática regulable a la temperatura de cada cuerpo (36, 2 ºc y 36, 5 ºC respecivamente).

El distribuyó metódicamente en cada una de ellas, con unas pinzas de titanio, unas pequeñas semillas de color rosa con forma de cerebro de babosa. Semillas de phoenix, colocadas en el cuerpo donde los meridianos se cruzan con los paralelos.

Trascurridas 24 horas, absorviendo el calor, la humedad y la alcalinidad de cada cuerpo, cuerpos excitados por la carga del topacio, las semillas habían germinado.

En una de ellas, las semillas dieron lugar a unas plántulas monocotiledonas de color verde intenso. En la otra, germinaron unas radículas rastreras, con hoja pequeña de color anaranjado.

Cuando los cuerpos estuvieran a punto de extinguirse y las semillas culminaran su germinación, él ahora con una mascarilla plateada, se acercaría ellas y les preguntarìa ¿cómo os gustaría que os recordaran?

Últimas voluntades:

Una declaró: mujer-buzo-de-la –atlantida-necesita-oxigeno.
La otra exigió: no-el-nombre-no-la-memoria-no-anestesia-por-favor.

Esta vulnerabilidad fue el material de trabajo, que tras noches y noches de laboratorio, dio lugar a los destilados que representan la representación de su aspiración a la comunión con el espectador.

Osmazôme: el aceite esencial de la vida, el arte y la muerte.

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